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IV BIENAL LATINOAMERICANA DE ARQUITECTURA DE PAISAJE

PROYECTOS NO CONSTRUIDOS

Escala Regional
Ganador de categoría
Circuito Ambiental de Bogotá
Ganador de categoría

TALLER Arquitectos

ORU

Manto Arquitectos

Arzoz Studio

Colombia, 2018-2019

1776 km2

 

Equipo / Colaboradores

Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB):

Bibiana Rodríguez

Dayana Higuera

 

TALLER Arquitectos:

Julian Restrepo Molina

Pablo Forero Quintero

Manuela Mosquera Iragorri

 

ORU:

Victor Manuel Rico Espínola

Adriana Chávez Sánchez

Elena Tudela Rivadeneyra

Néstor Rodrigo Rangel Hernández

Ana Tereza Ramiro Estrada

Rudy Esteban Prieto Abello

Diego Dapa Zapiain

Elizabeth López López

Gabriela Serna Ortiz

 

Manto Arquitectos:

Manuela Guzmán Ramírez

 

ARZOZ studio:

Mónica Arzoz Canalizo

 

El Circuito Ambiental de Bogotá es la apuesta de la capital para posicionarse como una ciudad que planea su territorio con miras a la integración del desarrollo urbano con el entorno natural y las fuentes de agua que la recorren como eje articulador. Esta planeación busca enfrentar los grandes retos del siglo XXI en materia de cambio climático y simultáneamente, construir una mejor ciudad para vivir y visitar.

 

El Circuito Ambiental de Bogotá (CAB) constituye una propuesta a gran escala de la capital cuya finalidad es direccionar la planeación territorial y adoptar como premisa la integración del desarrollo urbano con la naturaleza, y hacer del agua su columna vertebral y eje de enlace.

 

Es un proyecto de ciudad que promueve una relación respetuosa, pero activa y directa entre los bogotanos y sus recursos naturales. Busca intervenir los espacios ambientalmente idóneos y su relación con la ciudad. Se compone de varios proyectos estratégicos para el manejo del agua y de uso público, que se acompañan por recomendaciones que pretenden acercar a la población a sus bienes naturales y recuperar, en la medida de lo posible, sus ciclos naturales.

 

En el contexto global, la premura de atender el desafío que supone el cambio climático incrementa día a día, a la par que la preocupación por consolidar el crecimiento y la expansión urbana. Ambos se asocian, si bien las ciudades son parte del problema que suscita el cambio climático, también representan una oportunidad para enfrentarlo. Parte de este reto tiene que ver con transformar la manera en que el ser humano se relaciona con la naturaleza.

 

Como civilización, nos encontramos en un momento sin precedentes y frente a una encrucijada: actuar de manera consecuente ahora o continuar generando impactos que ponen en riesgo la calidad de vida y sostenibilidad del planeta. Se vuelve imperativo actuar en conjunto desde todos los sectores de la sociedad y de forma integrada para así visualizar, de manera colectiva, un futuro urbano sostenible a largo plazo. Son muchos los esfuerzos, en forma de acuerdos, programas y proyectos que persiguen estos objetivos. Es importante adherirse y aprender de ellos para encontrar soluciones aplicables a cada región, cuyo efecto contribuya a un bienestar general. El desarrollo de la visión del Circuito Ambiental de Bogotá se adscribe a los preceptos de los Acuerdos de París, la Nueva Agenda Urbana 2030 y los Objetivos para el Desarrollo Sostenible propuestos en la Cumbre de la ONU en el 2015; también se fundamenta en políticas nacionales y distritales en vigencia.

Hoy en día, varias ciudades en diferentes partes del mundo empiezan a incorporar procesos de planeación de integración urbano ambiental, y se han desarrollado nuevas metodologías para incorporar estratégicamente los ecosistemas a la planeación urbana.

 

Bogotá, al estar ubicada en un área en la que abundan los humedales que abastecen los ríos y manantiales, ha mantenido una relación estrecha con su vasta riqueza natural, la cual ha ido en deterioro conforme crece la ciudad. Es así que actualmente, en la ciudad se presenta la degradación de hábitats naturales, cambios de uso del suelo –que dejan de tener vegetación natural para adoptar una lógica centrada en el cemento, la pavimentación y el ladrillo–, incremento de invasión de especies, contaminación de los cuerpos de agua, inundaciones y deslaves. Sin embargo, la ciudad cuenta con una reserva importante de espacios naturales, muchos de ellos inaccesibles, que brindan servicios ecosistémicos a la población bogotana.

 

Existe gran potencial asociado a la integración de dichos espacios en un sistema ecológico de la ciudad que hace frente al cambio climático, simultáneamente, estos influyen en y mejoran la calidad de vida. Al hacerlos visibles e integrarlos al tejido urbano, se conviertan en verdaderos activos urbano-ambientales.

 

Si bien Bogotá se ubica en una región que abunda en recursos hídricos y con alta concentración de biodiversidad, existe una desconexión entre sus bienes naturales y la conciencia social y de planeación de la ciudad.

 

El CAB busca transitar hacia un nuevo paradigma de relación entre los bogotanos y la naturaleza, cuya concepción incluya funciones asociadas a la calidad de vida, el desarrollo urbano y la resiliencia, además de cumplir con funciones ambientales, lo cual permitiría definirla como naturaleza urbana. La identidad de Bogotá en la que se inscribe el CAB es natural, en tanto hace referencia medular al agua, fauna y flora, pero al mismo tiempo, es urbana porque es el resultado de procesos históricos poblacionales que delimitaron su control, planeación, diseño y transformación.

 

Las intervenciones del CAB parten de una visión integral para la cual las necesidades naturales y humanas tienen un mismo peso al momento de diseñar e intervenir estos espacios. El CAB ofrece pautas y estrategias de diseño para que los nuevos proyectos de espacio público aledaños a los cuerpos hídricos que se relacionen directamente con los bienes naturales de la ciudad, presenten diseños óptimos, tanto para los ecosistemas como para las personas.

 

Así como los ámbitos urbanos se benefician de la seguridad que genera la mirada de muchas personas en la calle, los espacios naturales inmersos en la ciudad pueden beneficiarse de la misma estrategia de control. La periodista, urbanista y socióloga Jane Jacobs denominó “eyes on the street”1 el fenómeno en el cual el número de personas con contacto visual hacia la calle es proporcional a la percepción de seguridad de este espacio público. Cuando las personas se hacen conscientes de la posibilidad de ser vistos por otros, modifican su conducta y adoptan comportamientos que culturalmente más “aceptables” y que procuren por el bien común.

 

Al tener en cuenta que existe una tendencia al aumento en la cantidad de hogares que depositan residuos sólidos a los cuerpos de agua de la capital (Dirección de Estudios Macro EM, 2014), lo cual se suma a las toneladas de basura que se extraen anualmente de los humedales de la ciudad, una vigilancia y control adicional parecen imperativos para administrar el deterioro ambiental de los cuerpos de agua. En paralelo, el contacto de las personas con la naturaleza resulta fundamental para la salud física y mental. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el fomento de vías peatonales cercanas a zonas de vivienda mejora la calidad del aire y estimula la actividad física, al tiempo que reduce las lesiones y los efectos de la isla de calor urbana (Organización Mundial de la Salud, OMS, s.f.).

 

Un ejemplo de lo anterior es la “Estrategia 2015 – 2025 Naturaleza Urbana en Copenhague” que habla de una correlación estrecha entre la noción de estrés y la proximidad a áreas verdes: “Entre menor sea la distancia a un área verde, menor será el nivel de estrés” (University of Copenhagen, 2005). De forma similar, el Plan Territorial de Salud para Bogotá ha hecho un llamado para que se atienda la salud ambiental (problemas de acusia-hipoacusia, conjuntivitis alérgica, dermatitis de contacto), salud mental (trastornos neuróticos, trastornos relacionados con el estrés y trastornos somatomorfos) y vida saludable (enfermedades de las vías respiratorias inferiores y superiores, enfermedad cardiopulmonar, de la circulación pulmonar y otras enfermedades cardiacas) para las cuales el contacto con zonas verdes arborizadas que tengan mejor calidad de aire resulta prioritario (Secretaría Distrital de Salud de Bogotá, 2017).

 

Para cumplir con el objetivo de atender tanto las necesidades ambientales como urbanas en Bogotá, el proyecto plantea seis ejes temáticos que determinan los indicadores de éxito de los proyectos de espacio público del CAB:

 

1. Creación de una cultura del agua que garantice, respete y active los espacios de los cuerpos hídricos.

2. Regulación hídrica basada en un manejo y operación sostenible del agua.

3. Mejoramiento de la salud poblacional mediante su contacto con la riqueza natural.

4. Consolidación y favorecimiento de la biodiversidad mediante el fomento y cuidado de los ecosistemas naturales y la biodiversidad urbana.

5. Manejo sostenible de suelos bajo un concepto de prevención de riesgos.

6. Afianzamiento de una Bogotá competitiva y atractiva para forjar una nueva identidad de ciudad en la cual lo ambiental se presente como uno de sus atractivos principales.

 

Este proyecto de ciudad busca priorizar el cuidado de los componentes naturales, particularmente aquellos relacionados con el agua, puesto que los ciclos naturales que tienen lugar en la ciudad y sus alrededores dependen de ella. El agua es el elemento vital para los ecosistemas urbanos y su biodiversidad, y representa la base para el desarrollo urbano.

 

Proyectos de parques lineales, parques ecológicos en humedales, parques urbanos, corredores ambientales, recuperación de quebradas, parques ecológicos regionales, parques infiltrantes y humedales artificiales aportan a la mitigación de algunos efectos del cambio climático y simultáneamente, proveen a la ciudad de espacios en los cuales sus habitantes pueden mejorar calidad de vida y salud a través del contacto directo con la naturaleza.

 

El CAB aportará a la transformación de la imagen de la capital y la direcciona hacia la de una ciudad verde que invite a sus habitantes y visitantes a conocerla gracias a su riqueza natural.

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